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martes, 19 de enero de 2010

La maldición blanca: Eduardo Galeano

Comparto con ustedes este excelente artículo sobre la historia de Haití, enviado por mi amigo arquitecto y fotógrafo José Antigua.


La maldición blanca:  Eduardo Galeano

El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.
Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.
Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud.. Fue el último país en el mundo.

Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.
Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del Africa. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.
De la maldición blanca, no se habló.

La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado: —¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias?
—El anterior.
—Pues, que se restablezca.
Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados.
Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte.. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose.. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.

A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad. Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.
En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.

En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública. La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.

Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años. Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.
Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.
Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.

En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.
En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.
Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.

Tomado de: Página/12, Buenos Aires, domingo 4 de abril de 2004.

domingo, 17 de enero de 2010

Antes de que el polvo se asentara el fatídico martes 12 de enero

Como todavía existen algunos que insisten en enemistar nuestros pueblos, aqui va un interesante opinión del Dr. Carlos H. García Lithgow, que me enviara mi amigo fotógrafo Juan J. de Los Santos...


Un capcioso parte del periódico español ABC que ignominiosamente acusa a nuestro país de cerrar la frontera a los hermanos damnificados haitianos, ha desembalsado mi copa y he decidido verter mi indignación a través de la telaraña mundial (WWW).

Aunque el momento no es el más idóneo, creo que algún hijo de Quisqueya tiene el deber de responder a los Christopher Hartley, Solange Pie y Pedro Ruquoy del mundo.
¿Cómo es posible que este instante apocalíptico se aproveche para descrédito de nuestro país por algunas personas que viven del pago de interesadas ONGS?

En el momento que esto escribo, Sábado 16 de enero de 2010, 2:00 PM (hora de República Dominicana) no conozco una persona, un barrio (rico o pobre), un hospital o clínica privada, canal de televisión o programa radial de nuestro país que no esté volcado en la recolección de ayuda para Haití; se organizan puestos de acopio de medicinas, vacunas (se acabaron las de tétanos que teníamos) comida, sangre etc.

Esta febricitante actividad ha sido puesta en marcha desde el mismo instante en que a nosotros también se nos movió la tierra y aún no se había levantado la alerta de tsunami para nuestras costas.
Antes de que el polvo se asentara el fatídico martes 12 de enero, eran Dominicanos los que estaban llevando ayuda y tratando de salvar vidas entre los escombros de Puerto Príncipe; fueron cámaras dominicanas las que generaron las primeras imágenes del " fin del mundo Haitiano", eran los morenitos dominicanos junto a los sobrevivientes haitianos que con picos, palas, patas de cabra, manos, uñas y dientes, rescataban a quien podían y observaban cómo las televisoras extranjeras desplegaban toda su tecnología millonaria para transmitir "LIVE" las infernales imágenes. Pero ni agua ni comida que supiera a superpotencia.

Precisamente hoy transmitían la alegre noticia de que una niña de un año y medio fue sacada de los escombros por un flaco joven de un barrio de Quisqueya que arrastró su vida por un pequeño hueco y media hora más tarde emergía con la criatura viva.

Ya para la madrugada siguiente al terremoto se habían trasladado diez cocinas móviles en las que se sirven 100 mil raciones diarias. También vimos como soldados cascos azules repartían unos "moros con pollo" que salían de unos camiones amarillos con letreros que ponían: "Gobierno Dominicano Comedores Económicos". Y es que hasta nuestro gobierno, tradicionalmente desorganizado e indolente, ha mostrado una efectividad y solidaridad desconocidas incluso para nosotros mismos.


El presidente de la República, Secretario de Salud, Obras Públicas, Fuerzas Armadas... se encontraban allí antes de que el polvo se asentara. Además de aportar la cifra equivalente a 15 millones de Dólares, honrando la característica forma de vida dominicana de solidaria repartición de la pobreza.

Los hospitales de todas las ciudades están colapsados, pues a nadie se le ha negado la asistencia. Todos nuestros puertos y terminales aéreas están habilitadas para que la ayuda entre a través de nuestro país.
Tal ha sido la demostración de este pueblo que el embajador haitiano en Santo Domingo al empezar a agradecer a los dominicanos por su solidaridad no pudo contener las lágrimas y tuvo que ausentarse.

De repente Haití existe para la comunidad internacional, tenían que morirse por cientos de miles para que les hicieran caso; pero nosotros lo sabemos desde hace muchas décadas, porque sufrimos su desgracia que no es de este presente de "flat panel" en la sala de nuestra casa, porque hemos absorbido el 10% de su población con las manos extendidas en nuestras esquinas, campos y camas de hospitales, porque cavan zanjas en nuestras avenidas y se caen de andamios de nuestros rascacielos en construcción, porque estamos aquí y nos duele.

Pero esto no es de noticiarios y días de emergencia, esta tragedia tiene siglos y solo nosotros los habitantes de la Hispaniola lo hemos sabido desde siempre. Haití se escribe con H de horror, históricamente Haití siempre ha desubicado a América, históricamente huele a abandono y muerte.

Todavía me pregunto por qué la naturaleza liberó sus trágicas ondas y concentro su vaho de muerte durante un minuto y en veinticinco kilómetros cuadrados de ira como para descamarse a Puerto Príncipe de su epidermis; probablemente nunca tendré repuesta.

Exhorto a todos los dominicanos que tengan videos que evidencien la ayuda y solidaridad de nuestro pueblo que los envíen a Youtube, que las imágenes asesinen a los escritos arteros en contra de nuestra nación.

Por último seriamente propongo que los habitantes de Hispaniola por su ejemplo de convivencia sean nominados para el premio Nobel de la paz.

Dr. Carlos H. García Lithgow

viernes, 15 de enero de 2010

El triángulo de la vida en caso de terremotos

Con motivo del gran terremoto que sacudió Haití el martes de esta semana, discutía con unos amigos la conveniencia de apostarse debajo de una puerta como medida de salvaguardar la vida, a lo que una amiga me decía que lo más recomendable era ponerse en posición fetal al lado de algo grande... aunque no me supo decir porque, ahora me doi cuenta que estaba equivocado y ella tenía razón, porque encontré la teoría que lo explica en un email que me enviaron de un sobreviviente de Guatemala.

Después de leerlo recomiendo hacer clic en el enlace que aparece dentro del texto para que vean las observaciones para los diferentes tipos de construcciones en otros países.

Sálvate en un terremoto usando el triángulo de la vida…

En cualquier derrumbe hay un 100% de sobrevivencia para las personas que lo sufren, usando lo que se denomina “El triángulo de vida”.
La experiencia se hizo con 20 maniquíes: 10 de ellos fueron colocados en lugares que hasta ahora se usaban como posibles lugares seguros. Los otros 10 fueron colocados en “El triángulo de vida”.
Se hizo explotar un edificio y al entrar vimos que los primeros 10 maniquíes estaban destrozados y los otros, situados en el “El triángulo de vida” estaban en perfectas condiciones.
Relato cierto: el primer edificio al que entré durante el terremoto mexicano fue una escuela en México en 1985 y los niños, como era de esperarse, estaban debajo
Podrían haber sobrevivido si en lugar de estar debajo de los pupitres hubieran estado acostados o en posición fetal al lado ó al costado de ellos…
Para decirlo de una forma más simple y entendible: Cuando un edificio colapsa, el peso del techo cae sobre los objetos o muebles aplastándolos, pero queda un espacio vacío justo al lado de ellos. Este espacio es el que yo llamo “El triángulo de vida”. Cuando más grande el objeto, cuanto más pesado y fuerte sea, menos se va a romper
Cuanto menos el objeto se compacte por el peso, mayor es el espacio vacío o agujero al lado del mismo, mayor es la posibilidad de que la persona que está usando ese espacio vacío no sea lastimada en lo absoluto.
La próxima vez que vea edificios colapsando en un film, cuenten los “Triángulos de vida” que se forman (o sea espacios vacíos)…
Cualquier persona que trate de cubrirse o colocarse debajo de algo, cuando un edificio caiga, es aplastado. Cada vez que las personas se colocan debajo de objetos como escritorios, autos, siempre son aplastados. No lo haga y siga algunas de las instrucciones que siguen.
Gatos, perros y bebes, naturalmente se ponen en posición fetal. Usted debería hacer lo mismo en un terremoto. Es un instinto natural de supervivencia. Cualquier persona puede sobrevivir en un agujero pequeño, cerca de un sofá, cerca de cualquier objeto grande que será aplastado pero siempre quedará un espacio vacío a ambos lados
Los Edificios hechos de madera son las construcciones más seguras para estar durante un terremoto. Por una simple razón: la madera es flexible y se mueve con la fuerza de un terremoto. Si el edificio colapsa, grandes espacios vacíos se crean. Inclusive una construcción de madera tiene menos peso de caída que los ladrillos.
Si usted está en su cama durante la noche y sucede un terremoto, simplemente ruede hacia el suelo. Un espacio vacío existe ya alrededor de su cama. Los hoteles tendrían mayor cantidad de sobrevivientes si colocasen detrás de las puertas un cartel que diga expresamente que en caso de terremoto las personas deben acostarse al lado de la cama durante un terremoto.
Si comienza un terremoto mientras está viendo TV y no puede salirse fácilmente por una puerta o ventana, entonces acuéstese en posición fetal al lado de un sofá, una silla grande o mueble grande (como -por ejemplo- una cómoda o chiffonier).
Cualquier persona que se pare debajo de una puerta cuando un edificio colapsa puede morir. ¿Por qué? …. Porque si usted está parado debajo del marco de la puerta y el marco de la puerta cede y se mueve hacia delante o hacia atrás, usted puede morir aplastado por el techo o el cielorraso. Si el marco de la puerta se cae hacia algún costado, el marco lo va a cortar por la mitad con su peso. En cualquiera de los dos casos usted va a morir; por lo tanto, ! no se pare debajo del marco de una puerta !
Trate en lo posible de no salir por escaleras. Estas tienen diferentes “momentos de frecuencia” y se mueven de forma diferente al resto del edificio.
Colóquese cerca de las paredes exteriores de los edificios o bien fuera de ellos en lo posible. Es mucho mejor estar fuera de un edificio que dentro de él. Cuánto más adentro del perímetro del edificio más seguro es que su salida se encuentre bloqueada y sea más difícil y complicado salir….
Si está dentro de un carro, salga del mismo y siéntese o acuéstese al lado del mismo. Sea lo que sea que caiga sobre el auto, siempre dejará un espacio vacío a sus lados. Estamos más acostumbrados a escuchar lo que se pensaba antes que era lo mejor. Pero las cosas ¡ Han cambiado !
Soy Doug Copp. Usted no me conoce, pero he estado dentro de 875 edificios colapsados y trabajé en grupos de rescate en más de 60 países; he fundado grupos de rescate en muchos otros y soy miembro de grupos de rescate la ONU , la OEA , UNICEF y muchos otros organismos.

miércoles, 6 de enero de 2010

Nuevo credo en epifania 2010

Creo en una izquierda que trabaje por el desarrollo humano de la gente, que este dispuesta a trabajar por la educación para enseñar a pensar, no para repetir los mismos esquemas del sistema. Creo que esa izquierda debe empezar alfabetizando y realfabetizando en la forma de hacer país, que saque de la mente la corrupción, el clientelismo, el mango bajitismo, que los motive a trabajar a dar lo mejor de si para que exijan lo mejor de los demás. Creo en la izquierda del desarrollo cultural, económico, social y estructural de los dominicanos, que tengamos mejores ciudades, urbanizadas pensando en la cultura, en los ciudadanos y no en los prevaricadores de proyectos, corruptos y desfalcadores.

Creo que es cierto, que hay que empezar de cero, quien esté dispuesto a esto, que cuente conmigo, quiero contar con los mejores talentos dominicanos para empezar, la alfabetización no es solo cinco vocales y 28 letras del abecedario, ya estamos en la era digital y el reto ahora es mayor, multiidiomático, multicultural, y sobre todo de defensa de las identidades culturales locales.

Augusto Valdivia
6 de enero de 2010