- Dime, querido Vidal,
tú que eres medio letrado,
para ser buen diputado ,
a un Congreso Nacional
¿debe ser hombre leal,
de inteligencia y decoro?
No sea penguinche, Teodoro,
que para a un congreso ir,
solo hay que saber decir,
corroboro, corroboro.
Si es así, amigo Vidal,
yo tengo un loro educado,
que sería buen diputado,
a un Congreso Nacional,
pues él aunque es animal,
no se venderá por oro,
y sabe tanto mi loro,
que si uno habla por allá,
él contesta por acá,
corroboro, corroboro.
-Pues Vidal, a mi entender,
creí que los diputados,
eran patriotas y honrados,
y de bastante saber,
que el pueblo sabía escoger,
hombres serios como un toro,
y nunca elegir un moro
para que sea mal cristiano,
¿no es así, querido hermano?
corroboro, corroboro.
En los gobiernos pasados,
los jefes que gobernaban,
ellos mismos arreglaban
moldes para diputados
y algunos salían dañados,
pues no servían para coro,
pero otros, créalo, Teodoro,
que antes de al Congreso ir,
los enseñaban a decir,
corroboro, corroboro.
Al pie de las décimas, su autor, el entonces llamado "Cantor del Yaque", nos presenta un relato anecdótico que no podía ser más jocoso y aleccionador :
« No recuerdo en qué pueblo de la República - escribe Alix - fue que eligieron un diputado al Congreso, y después de elegido le pusieron un maestro para enseñarlo a decir "corroboro, corroboro". Tenía el diputado en cuestión una memoria tan feliz que sólo un mes necesitó para aprenderse la lección, la cual durante el viaje de su pueblo a la capital, repetía diciendo : "para que no se te olvide, corroboro, corroboro, corroboro". Bien»
« Ya en el Congreso,- continua el poeta- y tan pronto como dejara la palabra un diputado mejor elegido, se levanta nuestro héroe, diciendo: “¿Me dejan meter el pico?"» Pero al concederle el presidente del Congreso la palabra, "el diputado, después de toser quince veces, escupir y pasarle el pie a lo que había escupido, se alzó los pantalones y dijo: "Señores: como mi vale, el que acaba de hablar, él y yo somos así (juntando los dos índices para que no se te olvide), "¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro!". El Congreso se alarmó y hubo tamaña barahunda; pero este (el diputado) al ver que él era la causa de semejante alboroto, gritó: ¡alto!, señores, alto! que me he equivocado... yo no he querido decir socorro, yo he querido decir "correburro". Alix termina su relato advirtiendo que: «Es pues necesario que todos los pueblos de la república tengan presente esta circunstancia para que cuando vuelvan a ofrecerse elecciones para diputados elijan hombres inteligentes y dignos de ocupar tan delicado puesto para abolir para siempre a los correburros».-
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miércoles, 19 de mayo de 2010
Silvio envió este artículo hace varios días al diario El País, de España.
Su misiva a la dirección del diario español era la siguiente:
Sr. Director de El País: Le remito un breve artículo de opinión que se suma al debate sobre la llamada plataforma para democratizar a Cuba, en el que han intervenido los escritores Arturo Arango y Rosa Montero. Mi intención es que lo publique, si lo tiene a bien. Muchas gracias por su atención. Cordialmente, Silvio Rodríguez Domínguez, trovador cubano.
Según él comentó a Cubadebate, “hoy por la mañana recibí la siguiente respuesta de El País: ‘Recibido. Un saludo’ y después un machón oficial que dice que están en su derecho cambiar y reducir los artículos no solicitados, etc, etc. Yo creo que hice bien en darle otro camino”. Y aquí está. Un grupo de artistas y escritores españoles ha lanzado una plataforma para democratizar a Cuba. Y cuando un cubano opina diferente, decretan que sus argumentos son cortinas de humo de la dictadura que padece y lo comparan con los franquistas. Pero los dioses parecen haberles castigado. Porque, precisamente por haberse atrevido a investigar los crímenes del franquismo, el Consejo General del Poder Judicial acaba de suspender al juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de España. Esta sentencia es un golpe durísimo a una democracia desde la que se pretende juzgar o mandar a juzgar los supuestos defectos ajenos, pero ojo con quien toque a los propios. El veto a Garzón, considerado un héroe, ocurre en el mismo país que hace pocos años dio al mundo una verdadera lección de democracia, al votar contra el partido gobernante que los metió en una guerra injusta, haciendo oídos sordos a enormes manifestaciones populares. Personalmente no me explico cómo estas personalidades han llegado a la conclusión de que la política hacia Cuba debe ser la del aislamiento y el bloqueo. Es como si desconocieran que hace medio siglo esa misma política no ha logrado mover ni un milímetro la determinación de la mayoría de los cubanos. Por otra parte, los cubanos también queremos cambios, pero consensuados por nosotros. Esas transformaciones ocurrirán más temprano o más tarde y la única política capaz de acelerarlas es el fin del bloqueo. Todo lo que se nos haga con asedio y presiones no podremos considerarlo a nuestro favor, sino como un insulto a nuestra autodeterminación, una injerencia inadmisible en nuestras vidas. Tantas agresiones y amenazas nos han enseñado que la supervivencia pasa por una sociedad orgánica, íntegra, indivisible. Así hemos salido airosos de embates artificiales y naturales. Pero sabemos que somos el resultado de un apremio, por vivir acosados. No creemos en un gobierno centralizado para siempre. Más bien solemos verlo como un concepto de emergencia, un mal necesario que el camino de la emancipación nacional nos ha impuesto para sobrevivir. El fin del bloqueo nos despejará profundamente, creando condiciones para que avancemos también en el concepto democrático. Subrayo que no quiero decir que sólo sin el bloqueo seremos más democráticos, sino que estoy seguro de que así lo conseguiremos más pronto. La flamante plataforma propone aislar aún más a Cuba y agravar nuestra ya precaria economía. Pretende convencer al mundo de que la asfixia resolverá nuestros problemas. Su hipotético éxito significaría mucho más sufrimiento para nuestro pueblo, que lleva medio siglo enfrentando todo tipo de dificultades. Nuestra larga experiencia en “propuestas” foráneas nos dice que esta acción no es más que un nuevo artilugio para obligarnos a hacer lo que otros consideran que debemos hacer. Partiendo de que se trata de personas bien intencionadas, no sé cómo no entienden la ofensa de pretender que nos volvamos como ellos, con las reservas que despiertan esas democracias de banqueros ladrones y ejércitos ocupantes. Para colmo, cuando respondemos que no estamos de acuerdo, pretenden negarnos el derecho a que se nos escuche, porque todo lo que no razone como ellos -dicen- viene contaminado de dictadura. Capitaneados por un gran escritor peruano con un largo historial reaccionario, ciertos intelectuales españoles han decidido gastar más horas elucubrando cómo hacernos daño que investigando hasta qué punto viven en una democracia. Algunos parecen más preocupados por Orlando Zapata -un hombre que tuvo el valor de escoger su propia muerte y enfrentarla-, que de los más de cien mil españoles asesinados en la era de Franco. Es triste ver lo poco que les interesa profundizar en la realidad cubana, cuando sus conclusiones son las mismas que las de los peores enemigos de nuestra dignidad. Por eso acabo admitiendo que esta página efectivamente es una cortina, no de humo pero sí de albahaca, contra la fetidez de su pretendida salvación.
Silvio Rodríguez Domínguez, La Habana, 15 de mayo, 2010.
Sr. Director de El País: Le remito un breve artículo de opinión que se suma al debate sobre la llamada plataforma para democratizar a Cuba, en el que han intervenido los escritores Arturo Arango y Rosa Montero. Mi intención es que lo publique, si lo tiene a bien. Muchas gracias por su atención. Cordialmente, Silvio Rodríguez Domínguez, trovador cubano.
Según él comentó a Cubadebate, “hoy por la mañana recibí la siguiente respuesta de El País: ‘Recibido. Un saludo’ y después un machón oficial que dice que están en su derecho cambiar y reducir los artículos no solicitados, etc, etc. Yo creo que hice bien en darle otro camino”. Y aquí está. Un grupo de artistas y escritores españoles ha lanzado una plataforma para democratizar a Cuba. Y cuando un cubano opina diferente, decretan que sus argumentos son cortinas de humo de la dictadura que padece y lo comparan con los franquistas. Pero los dioses parecen haberles castigado. Porque, precisamente por haberse atrevido a investigar los crímenes del franquismo, el Consejo General del Poder Judicial acaba de suspender al juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de España. Esta sentencia es un golpe durísimo a una democracia desde la que se pretende juzgar o mandar a juzgar los supuestos defectos ajenos, pero ojo con quien toque a los propios. El veto a Garzón, considerado un héroe, ocurre en el mismo país que hace pocos años dio al mundo una verdadera lección de democracia, al votar contra el partido gobernante que los metió en una guerra injusta, haciendo oídos sordos a enormes manifestaciones populares. Personalmente no me explico cómo estas personalidades han llegado a la conclusión de que la política hacia Cuba debe ser la del aislamiento y el bloqueo. Es como si desconocieran que hace medio siglo esa misma política no ha logrado mover ni un milímetro la determinación de la mayoría de los cubanos. Por otra parte, los cubanos también queremos cambios, pero consensuados por nosotros. Esas transformaciones ocurrirán más temprano o más tarde y la única política capaz de acelerarlas es el fin del bloqueo. Todo lo que se nos haga con asedio y presiones no podremos considerarlo a nuestro favor, sino como un insulto a nuestra autodeterminación, una injerencia inadmisible en nuestras vidas. Tantas agresiones y amenazas nos han enseñado que la supervivencia pasa por una sociedad orgánica, íntegra, indivisible. Así hemos salido airosos de embates artificiales y naturales. Pero sabemos que somos el resultado de un apremio, por vivir acosados. No creemos en un gobierno centralizado para siempre. Más bien solemos verlo como un concepto de emergencia, un mal necesario que el camino de la emancipación nacional nos ha impuesto para sobrevivir. El fin del bloqueo nos despejará profundamente, creando condiciones para que avancemos también en el concepto democrático. Subrayo que no quiero decir que sólo sin el bloqueo seremos más democráticos, sino que estoy seguro de que así lo conseguiremos más pronto. La flamante plataforma propone aislar aún más a Cuba y agravar nuestra ya precaria economía. Pretende convencer al mundo de que la asfixia resolverá nuestros problemas. Su hipotético éxito significaría mucho más sufrimiento para nuestro pueblo, que lleva medio siglo enfrentando todo tipo de dificultades. Nuestra larga experiencia en “propuestas” foráneas nos dice que esta acción no es más que un nuevo artilugio para obligarnos a hacer lo que otros consideran que debemos hacer. Partiendo de que se trata de personas bien intencionadas, no sé cómo no entienden la ofensa de pretender que nos volvamos como ellos, con las reservas que despiertan esas democracias de banqueros ladrones y ejércitos ocupantes. Para colmo, cuando respondemos que no estamos de acuerdo, pretenden negarnos el derecho a que se nos escuche, porque todo lo que no razone como ellos -dicen- viene contaminado de dictadura. Capitaneados por un gran escritor peruano con un largo historial reaccionario, ciertos intelectuales españoles han decidido gastar más horas elucubrando cómo hacernos daño que investigando hasta qué punto viven en una democracia. Algunos parecen más preocupados por Orlando Zapata -un hombre que tuvo el valor de escoger su propia muerte y enfrentarla-, que de los más de cien mil españoles asesinados en la era de Franco. Es triste ver lo poco que les interesa profundizar en la realidad cubana, cuando sus conclusiones son las mismas que las de los peores enemigos de nuestra dignidad. Por eso acabo admitiendo que esta página efectivamente es una cortina, no de humo pero sí de albahaca, contra la fetidez de su pretendida salvación.
Silvio Rodríguez Domínguez, La Habana, 15 de mayo, 2010.
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